Dr. Salvador Zubirán Anchondo

Su vida, sus contribuciones, sus enseñanzas

Por: Héctor Bourges Rodríguezdrzubiran

(…) El 10 de junio de 1998, falleció el Dr. Salvador Zubirán, fundador y hasta ese momento Director de Cuadernos de Nutrición, quien luchó incansablemente por la modernización de la nutriología y la medicina mexicanas, fue un creador de instituciones, un maestro y un hombre de su tiempo cuya figura llegó a simbolizar valores muy apreciados por la sociedad.

Salvador Zubirán Anchondo nació el 23 de diciembre de 1898 en Cusihuiriachic, un pequeño poblado en la zona apache del estado de Chihuahua que alguna vez fue centro minero y en el que pasó apenas unos cuantos años antes de que la familia se trasladara a la ciudad de México en la que transcurriría su infancia y se graduaría como médico.

En 1924, junto con don Francisco de Paula Miranda transformó en la Escuela deMedicina la enseñanza de la dietología.

Con el Presidente Lázaro Cárdenas obtuvo el apoyo inicial para realizar tres grandes proyectos que continuarían durante el gobierno de Ávila Camacho: el desarrollo de la asistencia social, los primeros estudios poblacionales sobre la nutrición de los mexicanos y la creación de los hospitales modelo.

En 1972, el Dr. Zubirán presidió el IX Congreso Internacional de Nutrición que se celebró en México con singular brillantez. Ese mismo año nació la licenciatura en nutriología y el recién creado Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) estableció el Programa Nacional Indicativo de Alimentación (PRONAL) que se convirtió en un motor para la investigación en nutrición y alimentos.

Galardonado en 1986 con la medalla Belisario Domínguez, entre otras distinciones, el Dr. Zubirán no temía al talento; por lo contrario, lo buscaba, se rodeaba de él y esa actitud le dio excelentes frutos.

Eran los últimos días de mayo de 1998 y, como todos los días, fui a visitarlo al tercer piso del hospital. Se quejaba mucho de dolor y al decirle que lo vería al día siguiente, se arrancó los electrodos del monitor y la alarma sonó. Me quedé sorprendido por lo que hacía, pero entonces me dio la mano, la apretó y me dijo que “se despedía de mí”. No lo entendí en ese momento, pero fue nuestro último contacto.

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